viernes, 24 de diciembre de 2010

REFLEXIONES EN NAVIDAD (Poema)


Es muy cómodo pensar
que todo está dispuesto,
y que las injusticias
que nos muestra la vida  cada día
forman parte de un plan evolutivo
una estrategia universal
a la que cada cual acomoda a su manera
e  intenta descifrar en su misterio.

Yo no se si habrá algún plan
si hay un destino,
algo tiene que  haber
estoy de acuerdo.



Pero en este mismo segundo
no hago nada
para que el mundo
pueda ser distinto.
Y cuando nada puedo hacer
y la impotencia
me corroe el alma, la poesía y  la esperanza,
no puedo consolarme con el guiño
de algún gurú simpático y excéntrico
que se hace millonario con sus libros
y  que cobra sus recetas infalibles
desde una credit card y por correo.

Cuando veo los niños en las calles
peleando con los perros por un hueso,
cuando veo un planeta de riquezas
que acaparan unos pocos mientras tantos
roemos las migajas del banquete.
Cuando  escucho de crímenes y la sangre
empapa el humus sediento de la tierra,
en tanto estallan en pedazos por los aires
mis otros, mis congéneres, y ellos,
Inyectados  de odio hacen la guerra.
Mientras veo espolear  la Pacha Mama
arrancarle la entraña, envilecerla;
matar al rio, el aire, el árbol, la semilla,
por la ambición de  apropiarse  vanamente
de hasta la luz que brilla en las estrellas,
no me consuela ninguna  profecía,
ninguna conjunción estelar ni de planetas;
 y solo un paradigma me da vértigo:
Que estemos perdiendo para siempre
Nuestro don de  sentir y conmovernos.

El amor que tanto  enarbolamos
no vendrá desde alguna estrella ignota
ni de una nave  galáctica y brillante
a germinar en seres corroídos
que se han vuelto ante el dolor de su hermanos
incomprensiblemente indiferentes.
Porque el amor no va a comodidades,
porque el amor  es sacrificio pertinaz,
imprescindible.
Porque el amor se juega por los otros
y no se queda velando las pléyades
como no se quedó Jesús, ebrio de éxtasis.
Por el dolor de los más transpiró sangre
y  dejó en la cruz que cargó,  la última gota
por  esa luz de ideal que había en su mente.

Vamos queridos y afectados prójimos
que aquel que habló de un reino de los cielos
dijo que estaba en cada uno y entre todos
bajarlo ahorita mismo aquí a la tierra,
para cambiar este infierno cotidiano
donde son unos pocos los que gozan
mientras sufre y se retuerce el resto.

© Alejandro Reyes – Dic. 2010.

martes, 14 de diciembre de 2010

Jorge Cafrune / Labrador del canto / 1971



01    El niño y canario   
(Cuadros-Fratantoni)    canción
02    Mandinga, abríme la puerta   
(Sánchez, D.)    chacarera
03    Lamento salteño   
(Amaya, M.)    zamba
04    El último zapucay   
(Valles, O.)    chamamé
05    Peona   
(García, S.)    poema
06    Virgen india   
(Albarracín, A. y L.)    vals
07    Olvido adentro   
(Repetto, M.)    milonga
08    Coplas de bagualas del Valle Calchaquí    (Dávalos-Yupanqui-Moreno)    baguala
09    Oh Cochabamba   
(Del Río, J.)    taquirari
10    Zamba para mi rancho   
(Forte, C.)    zamba
11      Verde Litoral        canción del litoral
(Sampayo, A.)
12 Preguntitas   canción
(A. Yupanqui)

lunes, 13 de diciembre de 2010

Leyenda del Ñandubay / (Serafín J. García)







Cuéntase que hace ya muchos siglos, cierta poderosa tribu guaraní
estuvo  gobernada por  un cacique   de pétreo corazón, llamado Corumbé, a quien jamás conmovía el infortunio ajeno. El fiero cacique
era  padre de una doncella de esplendorosa hermosura, la dulce
y tierna Ivotí, único ser en el mundo que él amaba a su modo, con
feroz egoísmo, y cuyos encantos múltiples desvelaban a los mejores
guerreros de la tribu.

Entre estos guerreros destacábase por su intrepidez, su coraje, su destreza
y su fuerza, el que respondía al  nombre de Umanday, que era en la carrera ágil como un guasubirá, certero en el flechazo como el jaguar en el salto, y de una agudeza visual que bien podía competir con la de los halcones. El corazón de la bella Ivotí no era insensible, por cierto, a los requerimientos del apuesto Umanday, con quien cambiaba miradas furtivas pero cargadas de promesas de amor, cada vez que podían ambos burlar la vigilancia del celoso padre.
Tras constantes acechos y largos días de frustradas esperas, el joven indio consiguió cierta tarde verse a solas con la moza, aprovechando la circunstancia de que el cacique había salido de caza.
Pero he aquí que cuando la pareja se encontraba con las manos entrelazadas, intercambiando las más dulces palabras de cariño, y sin acordarse en absoluto del feroz Corumbé, éste apareció de improviso en el claro del bosque donde se habían reunido los enamorados,
interrumpiendo con furiosos gritos y terribles gesticulaciones aquella
idílica escena.
— ¡Traidor! — gritó el cacique dirigiéndose
hacia el joven guerrero —
¿Es así como pagas la confianza que
siempre te he dispensado? ; ahora mismo
te mataré como a una víbora!
—Amo a su hija y quiero desposarla.
Ese es mi único delito. Puede matarme, si lo entiende justo, que no me
defenderé. Entonces el desalmado Corumbé tuvo una idea diabólica, brutal, como todas las que germinaban en su cerebro cruel.
—Te pondré a prueba para saber si eres digno de Ivotí — dijo al enamorado mancebo —. Tendrás que permanecer de pie en este mismo lugar, sin dar un paso siquiera, hasta que yo regrese, dentro de tres días. Si me desobedeces, la guardia que dejaré custodiándote te acribillará a flechazos de inmediato. En cambio si te mantienes firme, será tuya la mano de mi hija.
—Acepto — respondió con voz firme y actitud serena el apasionado Umanday. Y acrecentada por el amor su natural entereza, aguardó sin moverse que transcurriera el plazo. Llegó la noche. Amaneció el nuevo día. Volvieron las tinieblas. Vino otra vez la aurora. Y el animoso indio proseguía de pie. Los ardientes rayos del sol estival taladraban su cráneo. Tábanos y jejenes le hundían ávidamente el aguijón en las carnes. Aviesas cuervos revoloteaban sobre su cabeza. Para ahuyentar el sueño, se mordía los labios y se clavaba las uñas en el pecho. Pero el cansancio y el sufrimiento iban doblando de a poco sus piernas, que no cambiaban
de sitio, sin embargo.
Expiró el plazo fijado sin que Umanday, ya inconsciente, se diera cuente de ello. Recién a les cinco días hízose presente en el lugar el bárbaro cacique. El joven indio ya no respiraba pero seguía erguido sin embargo.
Trémulo de espanto, Corumbé lo empujó con violencia, sin lograr derribarlo. Entonces miró hacia abajo y advirtió que los pies de Umanday estaban enraizados en la tierra, que sus retorcidas piernas habianse unido formando un durísimo tronco de corteza grisácea, que de su cabeza y su cuerpo brotaban ramas espinosas, duras y retorcidas también.
Tupá acababa de realizar un milagro. Y a su conjuro había nacido el
Ñandubay, árbol sufrido y recio como el indio que lo sustentara con sus nervios y sus músculos, con sus poderosos huesos y con su sangre bravía e
indomable.

* Serafín J. García






sábado, 4 de diciembre de 2010

viernes, 3 de diciembre de 2010

Romildo Risso / El Poeta de Los ejes de mi carreta



Recuerdo de Romildo Risso  
(1882 - Montevideo (Uruguay) - 1946 - idem) 
(Fuente: Diario "El País" - Montevideo - Uruguay)

CONOCEDOR profundo del espíritu y las costumbres del hombre del interior, Romildo Risso es una de las voces más destacables de la poesía gauchesca. A casi sesenta años de su muerte, y como es moneda corriente en países con memoria frágil, poco se sabe de su trayectoria vital y literaria. "Los ejes de mi carreta", en versión de Atahualpa Yupanqui, es el texto al que inmediatamente se lo asocia; seguramente Risso no pensó que su poesía trascendería a través de ese vehículo, popular y penetrante, que es la música. Es que Yupanqui, músico y poeta referencial de varias generaciones de cantores, no sólo reparó en "Los ejes de mi carreta" sino que también esparció por el mundo otros poemas suyos como "(El) aromo", "Silbando (piensan las aves)", "Humito de mi cigarro" y "Lo miro al viento y me río", entre otros. En Uruguay no deben soslayarse la fundamental tarea de Santiago Chalar —quien musicalizó y grabó "Pa’que los quiero", "Heladas", "Valles hondos", "Y uno se ríe", "Serenidad", "Adiós guitarra" y "El perro", entre muchos otros— y la hermosa versión del poema "¡Que no te pase lo mesmo!" (musicalizada en clave de milonga por Yupanqui y renombrada como "Canción de los horneros") que Alfredo Zitarrosa grabara por primera vez durante su exilio español, en el disco Guitarra Negra.
FUERA DE CAMPO. El campo, el hombre y sus costumbres fueron la base geográfica de los poemas y relatos de Risso. Pero no nació ni vivió en el campo. Su capacidad de observación y la experiencia deben haber jugado un papel fundamental para que el poeta alcanzara esa impronta criolla, difícil de incorporar para quien se mueve en medios urbanos.
A través de los contactos que tuvo con esa atmósfera rural, Risso buscó los motivos de su inspiración en la naturaleza: cantó a los árboles, a los pájaros, a las carretas (en sus motivos de carreros alcanzó un incomparable nivel), y también a la vida diaria del campo. En sus composiciones, donde se hallan disquisiciones íntimas, con verdades amargas e inquietantes que obligan a la reflexión, Risso se expresa como si fuera el protagonista. Empleó, para ello, muy diferentes formas poéticas con versos asonantes, lo que le otorgó mayor libertad para sus descripciones. Por otra parte su temática, en varios aspectos, no se asemeja a la de otros poetas contemporáneos suyos que cultivaron el nativismo.
Mucho tiempo le llevó hacer pública su obra: si bien existen testimonios de que ya escribía en la adolescencia, recién en 1931 (a los 50 años) publicó Ñandubay, su primer libro de poesía. Su obra parece concentrarse en poco más de una década. Para darla a conocer contó con el apoyo de amigos de la Asociación de Cultura Tradicionalista del Río de la Plata y de la Asociación El Mangruyo (de Rosario), que no sólo lo ayudaron a editar algunas de sus publicaciones, sino que además las distribuyeron con generosidad. Lo que sí puede afirmarse es que ese primer libro produjo un entusiasmo mayor en Argentina, país en el que residía por entonces, que en Uruguay.
La crítica destacaba, por sobre todas las cosas, la originalidad de Ñandubay, ya que desde hacía algunos años se venía insistiendo en trilladas pinturas y estereotipos para describir costumbres y paisajes.
VALORACIONES. Tras el impacto de Ñandubay, en 1934 apareció Aromo, su segundo libro. Quienes conocen en profundidad su obra, coinciden en que estos dos primeros libros encierran lo mejor de su producción literaria.
Con Aromo, Risso se consolida como un autor personal. Domingo Caillava, en su Historia de la literatura gauchesca en el Uruguay, reproduce una carta que le escribió a Risso el crítico argentino Enrique de Gandía, quien no escatima elogios: "Es usted un gran poeta campero. Un filósofo de nuestras tierras que tiene el habla antigua, pero los pensamientos nuevos. Su libro ‘Aromo’ viene a remozar una literatura que se creía agotada. Sin embargo, yo creo que en este estilo sólo hay de ‘nuestro’ el modo de hablar, porque si sus versos los escribiéramos con correcta ortografía castellana, podría firmarlos cualquiera de los grandes poetas españoles sin que supiéramos de qué nacionalidad es el autor".
Pese a la valoración de gente como de Gandía, esa forma de esconder su cultura y su origen citadino tras el habla campesina, hizo de Risso un blanco fácil de algunas "autoridades literarias". Aún cuando en determinados círculos se veneraban su capacidad y hondura, ciertas críticas desdeñosas a su poesía lograron desanimarlo en ocasiones.
A Aromo le siguieron Huaco (1936) y Hombres (1937), libro que incluye, además de poemas, conferencias, artículos críticos y comentarios interpretativos. Pero donde su originalidad se pone bien en evidencia, es en los comentarios en prosa de sus propios poemas.
La originalidad de su poesía, para Domingo Bordoli, radicó en que "fue, de nuestros poetas gauchescos, el más frecuentado por emociones propiamente líricas (...) También el que más se demora en esos momentos; y su lirismo, de plástico y sensible, pasa a ser luego filosófico". Es que aun en el tema más simple Risso logra gran profundidad.
Tras Hombres dio a conocer otros cuatro títulos: Fernando Máximo (1939), Vida juerte (1944), Joven amigo (1944) y Luz y distancias (1946). Para muchos, esta etapa es inferior en calidad a la anterior, en la que presentó sus cuatro primeras obras. "Risso comenzó a perder el rumbo en sus últimos tiempos, cuando se dejó ganar por una actividad didáctica —para la que no estaba preparado— y escribió libros como Joven Amigo", asegura Bordoli en el prólogo de la selección de poesías editada por la Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos. Luego de su muerte aparecieron otras obras suyas: Tierra viva (1948), Humo de patria (1949), Con las riendas sueltas (1955) y Raimundo (1964).
PRIMEROS PASOS. Se sabe que Romildo Risso nació en Montevideo un 20 de octubre de 1882 en el seno de una familia de clase media, que su madre se llamaba Amelia Sánchez y que su padre, el oficial de Marina Luis Risso, representó siempre una fuerte presencia para el futuro poeta. Tuvo cuatro hermanos: Amanda, Irene, Luis y Juan Carlos.
Según rescatan algunos breves obituarios, desde la adolescencia Romildo se destacó por su espíritu rebelde. Esto queda demostrado en su irregular trayectoria liceal: sólo se reglamentó en primer año y luego continuó en forma libre.
Durante su juventud, a la vez que comenzaba a escribir, Romildo integró el Club Taurino de Montevideo —ubicado en la Plaza de Toros de la Unión—, donde más allá de encontrarse con muchos de sus amigos solía mezclarse en alguna corrida. En 1899, con 17 años, ingresó a la Administración Pública como Supernumerario de la Contaduría General de la Nación, y unos años más tarde revistó en la Guardia Nacional como subjefe del batallón No. 10. Pero el trabajo de oficina no le gustaba: desde pequeño, cuando su padre lo llevaba al interior, buscó con ahínco una vida al aire libre. De esos viajes le quedarían las primeras y fuertes impresiones del ámbito rural, pero también la gran admiración por su padre, que puso en evidencia en la dedicatoria de su primer libro. "A la memoria del valiente Comandante Don Luis Risso: por el ejemplo que fue su vida. A mi padre: por lo que es en mi sangre y en mi espíritu". Sin embargo, la muestra más acabada del sentimiento que lo unía a su padre llegó recién en la introducción del libro Hombres. Allí, Romildo revive un suceso de la primera de las guerras civiles que, para sus pocos años, fue sumamente movilizador: el asalto frente a las costas de Nueva Palmira de la cañonera General Artigas comandada por su padre. "El 15 de abril de 1897 le dijeron a mi madre:
—Han tomado la Cañonera, pero don Luis se salvó en un bote...
—¡Mentira! (respondió mi madre). Luis está muerto...
Mi madre no se había equivocado: el Comandante Risso, con cinco hachazos, dos balazos y muchas heridas menores, fue bajado a tierra ‘para enterrarlo’... Vivió, por milagro.
Lo que pensó mi madre, fue cierto para quienes actuaron en la lucha. Yo tenía 14 años y jamás olvidé esas palabras. Después comprendí lo que exactamente significaban: ¡mi madre había pintado al hombre que conocía!
Los 15 de abril, él festejaba su segundo nacimiento, risueñamente; sin sentirse héroe: nunca se recordaron hazañas. Tal vez por eso, aún veo en mi padre, sólo un hombre de quien fui compañero".
EN ROSARIO. En 1910, a los 28 años, Risso se radicó en la ciudad argentina de Rosario. En ese lugar, y después de ejercer variados oficios —un artículo de un medio argentino menciona el de vendedor de lubricantes—, llegó a ser Gerente de la empresa Yerbatera Argentina S.A. Por esa época, y apelando a su ingenio y habilidad manual, inventó una máquina mezcladora y refinadora de yerbas que nunca patentó. Pese a las largas jornadas laborales, logró mantener vivo su afecto por la naturaleza: en una casa de campo en Alberdi, localidad cercana a Rosario, llegó a criar no menos de veinte razas de perros, a muchos de los cuales amaestraba; también allí, diseñaba las jaulas de sus canarios y se dedicó al cultivo de varias clases de rosas.
Gracias a su cargo en la yerbatera, Risso viajó a las provincias de Salta Misiones, Tucumán, Entre Ríos y Corrientes e incluso visitó varias veces el Paraguay. A lo largo de estos recorridos pudo apreciar el paisaje humano de distintas regiones y tomar contacto con la vida y el sentir de los paisanos. De aquellos cuadros que fijaba su retina, el original poeta que anidaba en su interior extraía la materia prima para sus creaciones.
La costumbre de madrugar —una rutina de los hombres de campo— es un aspecto que "emparentó" a Risso con Atahualpa Yupanqui, quien solía trabajar en compañía de la luna y luego continuar su tarea con el sol apenas asomando. "A esa hora el hombre aún no ha empezado a sufrir —explicaba Don Ata—. A esa hora estoy nuevo, limpio, en silencio y escribo mientras la familia duerme. Entonces, soy una esponja que absorbe (...). La noche me gusta. Quizás porque los fantasmas vienen al anochecer. Con esto quiero decir que los fantasmas vienen después que el hombre sufrió y el hombre empieza a sufrir cuando sale a la calle a ganar el pan de sus hijos. Y se topa con el otro hombre".
Más allá de estas similitudes —significativas, pero a todas luces fortuitas—, no es demasiado lo que se sabe acerca de la relación entre Risso y Yupanqui. Algunas voces han hablado de un supuesto primer encuentro en Rosario cuando Atahualpa aún no había cosechado la fama que luego tuvo, pero no hay un documento contundente que lo asevere. Si bien ambos vivieron en la "Chicago argentina", todo parece indicar que no se conocieron durante los años en que Romildo residió allí, ya que Yupanqui (a la sazón, un adolescente 25 años menor que el poeta) recién anduvo por aquellas tierras hacia 1934, cuando retornó de su exilio en Uruguay amparado en la amnistía para los radicales que luchaban contra el régimen conservador de Agustín P. Justo.
Según lo que recogió de la tradición oral familiar, el sobrino Juan Carlos Risso asegura que "Yupanqui siempre quiso ponerle música a las letras de Romildo pero él se negaba. Una vez que mi tío murió, Atahualpa le insistió a Irene y a mi padre para que lo autorizaran a musicalizar algunos versos, cosa que consiguió. La verdad, creo que si hoy se conoce a Romildo es por Yupanqui, porque si éste no lo hubiese musicalizado y grabado, su obra hubiese llegado a muchísima menos gente de la que llegó". Pero una carta del propio Risso (publicada en el número 73 de la revista tradicionalista argentina La Carreta de agosto de 1938) si no desacredita el recuerdo de su sobrino, al menos confirma la falta de pruebas e información que hay al respecto: "Desde 1936 yo ponía en sus manos (las de Yupanqui) copia de todo lo que escribía; y con mi intervención y mi consejo ‘se hacía’ música a las composiciones elegidas".
En este documento —fechado en Banfield el 28 de junio de 1938 y hasta ahora ignorado por los pocos que trabajaron exhaustivamente la vida y obra de los dos creadores— Risso refleja, a través de una circunstancia puntual, la relación entre ambos. Pero además, y esto es lo más valioso del hallazgo, acusa a Yupanqui de plagio: "(...) Atahualpa Yupanqui ha sorprendido a esa institución y al público con un plagio de tal medida y carácter, que asombra por la grosería que evidencia, y alcanza hasta impresionar a quienes conocemos al hombre y al artista, como la realidad entristecedora de que ya nada puede salvarse en él (...). Para ustedes eso debe significar otra cosa que una contrariedad intrascendente, puesto que ninguna culpa tienen. Yo ni siquiera molestia sufro, y hasta podría sentir el halago de haber sido plagiado por un ‘maestro en el género’ como el que se reconoce en Yupanqui y, además, la satisfacción de que por tan extraña ocurrencia, mi obra haya servido para recreo del selecto y numeroso público de una entidad tradicionalista argentina (...). No quiero extenderme ahora, pero para informe digo que de aquí salió el tema de la conferencia de Yupanqui y todo lo que en ella es concepto medular (...)".
Luego Risso continúa describiendo los pasajes de una conferencia dictada por Yupanqui el 29 de mayo de 1937, que según el poeta "no sólo está fabricada, construida en su casi totalidad, con piezas sueltas desarticuladas de mis obras y algunas tomadas de lo inédito que él conoce, sino que el pensamiento fundamental (el tema mismo) está realizado en mis poemas y glosado en mi libro ‘Hombres’ (...)". Pese a la dureza de una denuncia pública de semejantes características —que podría permitir inferir el origen de la negativa de Risso a ser musicalizado por Yupanqui—, no se pudieron encontrar referencias acerca de algún descargo por parte del autor de "El Alazán". Esto no significa que tal respuesta no exista: serán futuras investigaciones, quizás, las que describan adecuadamente el trato entre Risso y Yupanqui y reconstruyan en particular este polémico pasaje. No por su carga conflictiva sino, más que nada, porque al manifestarse en la carta "con el ánimo entristecido y no agraviado", Risso deja traslucir una amistad defraudada.
BUENOS AIRES. Tras más de una década de vivir en Rosario, en 1922 se estableció en Buenos Aires donde residió hasta 1938. La primera etapa en la capital vivió junto a sus hermanas, en un apartamento en la calle Leandro N. Alem, en pleno centro. En lo laboral había cambiado de rubro, ya que en ese entonces comerciaba por cuenta propia con maderas y artículos rurales. Lo que jamás varió, para él, fue cierta característica personal: decidido cultor de la amistad, integró cuanto club o asociación afín le salía al paso. Así fue como llegó a ser presidente de una comisión (aparentemente ligada al nativismo, pues no se dan mayores detalles) en la zona del Tigre y, combinando sus intereses sociales e intelectuales, ocupó la vicepresidencia de la Comunidad Argentina de Escritores y organizó —junto a Domingo Lombardi— la Sociedad Argentina de Arte Nativo, para la que redactó el manifiesto que la regía.
Su sobrino Juan Carlos, apenas un niño por aquellos días, cuenta que el costado humano de Romildo y su sentido del humor hacían que fuese muy sencillo acercarse a él: "Era cariñoso, tenía mucha chispa y siempre te sorprendía con algo. Esas cosas a un niño lo deslumbraban". Sin embargo, por relatos de su padre, Juan Carlos estima que ese afecto casi infantil podía diluirse en determinadas situaciones, en particular ligadas a su faceta artística. "Aquí había un tal (Fernando) Ochoa que recitaba versos camperos por las radios. A Romildo no le gustaba, decía que lo hacía mal, y es famosa la anécdota de cuando un día le dijo: ‘Si quiere hacerme un favor, le pido que no recite más mis versos’". Ese tipo de actitudes, como otras en las que manifestó su ira contra la poesía de colegas como José Alonso y Trelles y Fernán Silva Valdés tal vez pueden haberle restado popularidad en los ámbitos literarios.
La familia Risso (constituida por Romildo, sus hermanas y su madre, ya que el poeta nunca se casó ni tuvo descendencia) se trasladó del centro de Buenos Aires a Banfield. Primero se instalaron en una casa en la calle Rodríguez (hoy Hipólito Yrigoyen) y luego de la muerte de su madre se mudaron a otra en la calle Grigera.
DE VUELTA AL PAGO. A pesar de que en Argentina se lo estimuló y se lo trató siempre con cariño, Romildo nunca quiso obtener la carta de ciudadanía de aquel país. Añoraba Uruguay y deseaba retornar a su tierra. Su regreso al país se produjo tras 38 años de residir en Argentina y, de acuerdo al escritor Héctor M. Lagos, fue el General Baldomir quien lo instó a volver. Casi de inmediato, en 1942, acepta el cargo de Subadministrador General de la Oficina Nacional de Turismo, que abandona en 1943 al ser ascendido a Cónsul de Distrito de Primera Clase, adscrito al Ministerio de Relaciones Exteriores. En ese tiempo, su salud comienza a desmejorar ostensiblemente. "Me quedé sin el gusto de darle la mano, esta mano casi inútil que ya se niega a escribir", testimonia en una carta, dirigida desde el sanatorio Arrarte a un amigo con el que se había desencontrado. Por esa fecha, a otro amigo le escribía lo siguiente: "Es cierto que mi salud física está seriamente quebrantada; pero espiritualmente no he bajado mi nivel; es un trance de la vida; yo cumplo con mi deber de hombre, en lo que al hombre le está impuesto por ley natural y lo que cada cual se asigna según sus principios éticos. En lo demás dicta la Providencia. En cuanto a mí mismo, no me ha inquietado, ni destemplado el hecho y sus perspectivas; sólo aspiro a cumplir dignamente esta nueva etapa de mi vida".
Esta dolorosa etapa de su existencia se "infiltró" entre sus versos: "Cuando con vigor la vida/ sacude, corta y golpea./ L’alma que no da señales/ es la que tiene más juerza", escribió. Ese mismo año fue atacado por una parálisis progresiva que acabó por impedirle articular palabra. Tras prolongada y dolorosa enfermedad, murió el 29 de marzo de 1946. 
 
Fuentes:
Entrevistas con Juan Carlos Risso y Uruguay Nieto.
Diversas ediciones de los libros de Romildo Risso, breves artículos periodísticos, plaquetas de las asociaciones tradicionalistas y otros documentos.
Agradecimientos: a J. Basilago, R. Feroglio, S. Flores, S. Majul, M. Monteiro, y J.L. Torres, por sus valiosos aportes.

martes, 30 de noviembre de 2010

El Chango Nieto / De vino a vino / 1986



Uno de los buenos discos del inolvidable Chango Nieto (1986), donde  interpreta obras de Horacio Guarany. Varios temas con orquesta a cargo de Pelusa Vera y dos intervenciones de Guarany, una recitando en Canción del adiós y otra cantando a dúo con El Chango, Caballo que no galopa. Un disco bastante perdído y descatalogado pero excelente.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Eduardo Avila - Escuela de Salavina

Piero / Recuerdos / 1981


1) Yo vengo
2) Tengo la piel cansada de la tarde
3) Llegando llegaste
04) Valdemar el  brasilero
05) Mi viejo
06) Pedro Nadie
07) Y todos los días
08) Juan Boliche
09) A mi me dieron el mar
10) No te vayas por favor
11) La gringa
12) Soy un hombre que viene, soy un hombre que va

martes, 26 de octubre de 2010

Roberto Rodriguez Luna / Nuevos datos sobre su vida artística.

Roberto Rodríguez Luna es uno de los más significativos cantores orientales de todos los tiempos. La deficiente difusión e investigación que se realiza en nuestro país sobre Folklore en general, ha llevado a que en la actualidad poco se sepa sobre este bardo excepcional  que descolló en ambas márgenes del Plata en la decada del '60, artista de vital importancia para nuestra cultura. 
A través de nuestro blog recibimos hace unos meses atras un  significativo aporte del Sr. Alcides Peruca, que gentilmente nos envió por correo; importantes datos de Rodríguez Luna y  material discográfico de quien (nos enteramos) fue su esposa y tambien cantante (Argentina) Mara Helguera, a quien habría apadrinado en su carrera nada menos que el inolvidable cantor oriental Julio Sosa.
Publicamos aquí un sobervio disco (doble de la época) del cantor, editado por el sello Antar de Uruguay, publicado en su oportunidad y digitalizado estupendamente por nuestro amigo Rafael del Blog "Canto popular", asi como también un disco de quien citaramos como esposa de Rodriguez Luna, la cantora argentina Mara Helguera. Asi mismo van con este archivo los datos biograficos que copiamos más abajo y que nos enviara el amigo Peruca, a quien le agradecemos desde aquí  la amabilidad y buena voluntad de este esclarecedor aporte.




("Telúrico" Roberto R. Luna y "Mensaje de amor" Mara Helguera)


“Roberto Rodríguez Luna”

Roberto González Rodríguez
17/enero/1927; Montevideo. Uruguay
23/setiembre/1992, Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires, Argentina.

Cursando sus estudios primarios se inició en la música. En contacto con cantores y acompañantes adquirió las primeras nociones para acompañarse con guitarra.
En 1950 formó dúo con Enalmar de María, Posteriormente con Cardozo. Con otro Rodríguez formaron el conjunto “Los Arrieros” y debutaron en Radio Ariel acompañados por Juan Carlos Larriera, Rubén Salón y Uruguay Zabaelta. También actuaron en C X 8 Radio Sarandí y en Radio Nacional.
En 1954, graba por segunda vez y continúa con sus actuaciones en audiciones de radio como “Milonga de Campo y Ciudad”, compartiendo los micrófonos con Luis Alberto Fleitas. Actuó en teatros de la capital uruguaya, participando en obras como “Ceibos y Madreselvas”.
A mediados de la década del 50 viaja a Buenos Aires y se presenta en la peña “La Querencia”, regresó a Montevideo y actuó durante 10 años en Radio Carve. Vuelve a la Argentina contratado por Radio Splendid y Patio de Tango. Realizó giras por el interior argentino. Grabó para sellos uruguayos. Se dedicó a escribir y componer.
Conoció a la cantante Mara Helguera (Emma Inés Llaneza), de Chivilcoy, Buenos Aires, con quién se casó en 1970. Se establecieron por un tiempo en Venezuela, en ese país compartieron carteleras con Agustín Irusta, Alfredo Attadía y otras figuras que llegaban de gira.
Recorrieron Centroamérica actuando para la cadena de hoteles Holiday Inn.
Regresaron a la Argentina en 1981, cumpliendo con actuaciones en Buenos Aires. Viajaron a Uruguay, grabaron discos, actuaron en diversos locales y volvieron para radicarse en Chivilcoy (Buenos Aires).
Rodríguez Luna tiene registrados 25 temas como compositor y autor, en colaboración con: Serafín José García, Julio Rodríguez Martín, Romildo Risso, Wenceslao Varela, Miguel Angel García, José Sturla y Dante Gilardoni.
Grabó 2 discos de pasta 78rpm, 3 dobles, 2 discos larga duración y un casete.

Tomado del “Diccionario del quehacer folclórico argentino, de Ismael Russo y Héctor García Martínez. Librería El Foro, Buenos Aires 2005.

jueves, 21 de octubre de 2010

Se nos fue El Sabalero... ¡Gracias por tu arte José!



Pan de Azúcar - Uruguay - Febrero 2010 - Alejandro Reyes (izq) José Carbajal "El Sabalero", Waldemar Mena (der.)



Nelson Fernández
Corresponsal en Uruguay
MONTEVIDEO.- Los uruguayos comenzaron el día con un duro golpe: murió hoy uno de los cantantes populares más importantes de la historia de la música de este país, José Carbajal, El Sabalero. El autor de una de las canciones más cantadas en las últimas décadas, "Chiquillada" fue encontrado muerto por su representante en su casa de Villa Argentina, un balneario que está a 40 kilómetros de Montevideo. Tenía 66 años y había cantado el fin de semana en un espectáculo público. Las primeras informaciones indican que murió por un paro cardíaco.
El Sabalero preparaba una gira por el interior del país. Carbajal había nació el 8 de diciembre de 1943 en Juan Lacaze. Su carrera fue explosiva y alcanzó popularidad dentro y fuera del país. En 1969 grabó su primer disco "Canto popular" que tenía los temas "Chiquillada", "La sencillita" y "A mi gente". Entre 1970 y 1973 vivió en Buenos Aires, durante la dictadura militar en Uruguay se fue al exilio. En los últimos años vivió la mitad del tiempo en Holanda y la otra mitad en Uruguay.
Desde temprano en canales y radios uruguayas se escucharon testimonios de amigos y muchas de sus canciones: "pantalón cortito, bolsita de los recuerdos, pantalón cortito con un sólo tirador...".
La combinación de candombe, murga, folklore, y sobre todo cantarle a las cuestiones populares y cotidianas, lo dejaron en el selecto grupo de los cantantes más seguidos y reconocidos del país.

domingo, 10 de octubre de 2010

Mercedes Sosa y el guitarrista Uruguayo Omar Espinosa / Artículo y audio (Nuevo link)


A principios de los años '60, cuando Mercedes Sosa recién intentaba suerte en los caminos del arte, salió de su Tucumán natal y buscó horizontes artísticos junto a su esposo de entonces, el también músico y cantor Oscar Matus; apuntaron a Uruguay y así llegaron una tarde de domingo a la ciudad de Salto, con la intención de cantar en algún lado para que alguien los escuchara. Recalaron en la fono-platea de Radio Cultural, donde Ramón Vinci les abrió las puertas y les consiguió como acompañante a "un muchachito que se defendía bastante bien tocando zambas". El "muchachito" no era otro que Omar Espinosa, a quien fueron a buscar al barrio Lazareto y esa tarde secundó lo que sería la única actuación en la ciudad de Salto de Mercedes Sosa, cuando la cantora era aun una desconocida.
Contra lo que se pueda pensar, Espinosa no siguió ligado después de esa tarde a la carrera de Mercedes Sosa. Lo insólito es que el  muchachito salteño continuó  con su carrera de guitarrista y se radicaría muchos años mas tarde en París, donde a principios de los años ochenta fue contactado para trabajar como músico de Mercedes.
"Fue una casualidad" –cuenta Espinosa:  - "yo ni me acordaba de lo de Salto, cuando estando en París me propusieron integrar  el grupo de músicos de Mercedes Sosa. En cambio  Mercedes... ella sí se acordaba".

Recientemente, luego de la muerte de Mercedes Sosa, el guitarrista uruguayo, contaría en un reportaje:

Mi colaboración con Mercedes comenzó en el invierno de 1981 en París. Era la época de su exilio europeo y fue nuestro común amigo Horacio Molina quien hizo el nexo entre nosotros. A partir de entonces vivimos tres años de estrecha amistad y de complicidad artística y musical. Al mismo tiempo fue un período muy difícil para Mercedes, ya que su único deseo era volver a cantar a su país y a menudo sufría las tentaciones que se le ofrecían en cada gira sudamericana de volver al continente. Ella cantaba mucho en Brasil, Colombia, Venezuela, América Central... Eran conciertos multitudinarios en estadios de fútbol en donde cantaba ante 10 o 20.000 personas que la adoraban, lo cual mostraba su inmensa popularidad en el continente. Musicalmente estaba en su máximo potencial y también fue ahí cuando comenzó a cantar temas de los míticos Milton Nascimento, Silvio Rodríguez, León Gieco...
El período más fuerte quedó marcado con su vuelta a Argentina, en los legendarios conciertos del teatro Opera de Buenos Aires inmortalizados en el disco grabado en vivo "Mercedes Sosa en Argentina".
Personalmente, confieso que nunca sentí tanta emoción de un público hacia un artista en un escenario y creo que esas noches en el Opera de Buenos Aires no serán jamás superadas en lo emocional ni en lo artístico. 

Archivo: 
Mercedes Sosa en Argentina / Teatro Opera de Buenos Aires 1982
(Audio: Fuente: Perrerac ) (Artículo: Suplemento Semanal "Radar" - Diario La Prensa, Salto, Uruguay)


domingo, 26 de septiembre de 2010

Alejandro Reyes





ALEJANDRO REYES Cantor y Compositor (Uruguay).
Comenzó sus andanzas con la canción de la mano de un programa radial en el año 1991. En  1993 llegó a Buenos Aires capital, donde cantó en diferentes peñas y espectáculos de renombre como La Feria de Mataderos y de la mano de Argentino Luna actuó en  la fono - platea de Radio Nacional Buenos Aires y en el programa televisivo "Mire que es lindo mi país" compartiendo en esas ocasiones junto a Los del Suquía, Carlos Bergecio, El Dúo "Rosendo y Ofelia" y Lázaro Moreno. En 1997 viajó a Perú y Estados Unidos. En 2001 realizó una gira por la provincia de Salta  contratado por La Secretaria de Cultura de esta Provincia. Su temática y repertorio es diverso en ritmos latinoamericanos pero haciendo incapié en sus propias creaciones. En esta antología recoge algunas de sus canciones anteriormente editadas en trabajos independientes.  
Más información y currículo artístico dentro del archivo.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Daniel Toro / Colección de oro / 1994




Curiosa recopilación de Daniel Toro (Music Hall), la mayoría con arreglos para orquesta (Bubby Lavecchia y José Carli)
y luego algunos temas con la primera guitarra de Juan Carlos Barrionuevo ("El Rata") quien fuera también primera guitarra de Horacio Guarany por muchos años.

Inti Illimani / Grandes éxitos

Julio Molina Cabral / Folklorísimo


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Cantor argentino nacido en Chivilcoy  (Prov. De Buenos Aires) en 1916. Fue cantor, pintor y guitarrista. Su primera grabación data de 1954. Tuvo papeles en varias películas de cine en la década del '60.
Extraordinario cantor, afinado, y con bellos matices vocales. Dejó varios discos en su carrera como intérprete folclórico, éste es uno de ellos para el Sello Music Hall. Molina Cabral falleció  a los 76 años de edad.

Mariachi Vargas / Antología

martes, 31 de agosto de 2010

Juan Carlos Martínez / Desde mi comarca






Juan Carlos Martínez, cantor y autor, oriundo de la Ciudad de Pan de Azúcar, departamento de Maldonado, República Oriental del Uruguay. En su juventud supo integrar conjuntos folclóricos regionales y luego como cantor solista recorrió el Uruguay para cruzar también en varias oportunidades a la Rep. Argentina. Luego de una dilatada ausencia en los caminos del arte, retoma su actividad de creador en el año 2001 con un disco que se llamó "Desde la Cruz del Cerro", este es su segundo trabajo en esa nueva etapa. Se ha avocado a componer canciones que se identifiquen con toda la región del este del país, de donde es oriundo.

domingo, 29 de agosto de 2010

Folklore Venezolano / Selección de Intérpretes

Los del Pueblo / La cara pintada



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Los del Pueblo son un magnífico grupo uruguayo que comienza su trayectoria a principios de los año '80. Su particular estilo se basa en la fusión de la línea murguera y carnavalera con la música popular latinoamerica y el ensamble de un sólido grupo vocal. Esta edición de 1988 es "sobervia", tanto en la elección del repertorio, los autores  (Manuel Capela, Enrique "Gallineta" Silva, Nicolas Guillén etc.) así como en  la calidad de las versiones logradas. 


viernes, 27 de agosto de 2010

Raúl Quiroga / Selección de Difusión



Raúl Quiroga es un excepcional cantor, folclorista, autor y compositor uruguayo radicado desde hace años en Brasil, donde desarrolla actualmente su carrera artística. Compartimos en esta entrada 5 temas para difusión que solemos incluir en la selección musical de nuestro programa radial. 
Para saber más sobre Raúl Quiroga los invitamos a visitar su página www.americanto.com.br , donde podrán encontrar su biografía, videos, discos y agenda artística.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Julio Gallego / 1982




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Restauración de tapas : Rafael, Blog Canto Popular: Gracias !

Julio Gallego fue un payador y trovero oriental, cultivador de un estilo único dentro del género folclórico. Aunado al genio creador de Abel Soria, ambos se constituyeron en los pioneros de la picarezca criolla. Sus canciones, compuestas musicalmente sobre los ritmos más genuinos del acervo oriental, como la milonga, el vals, la ranchera y la polka, apuntaban a contenidos donde el paisano del interior del país,  con sus vivencias y vicisitudes, era el protagonista en todos los casos; a partir de ahí,  describieron y dieron a conocer a un  prototipo social, recreando sus costumbres,  trabajos y todo su entorno, con una temática picarezca enriquecida de sana ironía y de humor campesino. No obstante haber cultivado un terreno tan difícil como es la humorística dentro del canto, sus creaciones en esa línea, de ninguna manera están carentes de inteligencia y profundidad, pues como dijo alguien y vale en este caso: "Las verdades más grandes se dicen en broma". Abel Soria componía para Julio Gallego, la mayoría de las canciones que éste llevaba al disco, y fue a través de esa basta discografía, como este talentoso  intérprete, que tuvo un don especial para desgranar ese tipo de canciones, se constituyó por décadas en Uruguay como uno de los cantores que más discos llegó a vender. Hijo de padre estanciero, tuvo que cambiar su nombre real para que su progenitor no se enterara de sus andanzas artísticas, ya que no estaban de acuerdo que su hijo siguiera esa carrera, entonces con un seudónimo, comenzó a actuar en diversas radios de Montevideo, al mismo tiempo que viajaba a la capital para estudiar. Cuando volvía al campo los fines de semana, su padre mismo le contaba de las audiciones radiales que escuchaba entre semana,  donde se deleitaba con un genial payador llamado Julio Gallego. Entre otras tantas anécdotas, se cuenta que  en el apogeo de su carrera, reclamado de cuanta fiesta criolla, jineteada y peña se realizara en el país, un empresario montó en un descampado una carpa de circo enorme, y contrató a Julio Gallego como único artista del espectáculo. Cuando éste llegó a la actuación, sin enterarse de que sería el único cantor programado, viendo la carpa llena y gente afuera haciendo cola, le preguntó asombrado a uno de sus guitarristas quien era el artista central que actuaría esa noche, ya que debía ser alguien muy importante por la cantidad de gente que había logrado convocar.
En el año 1987 Gallego sufrió una emiplegia, que lo postró hasta su muerte en el año 2000. Salvo alguna vieja radio del interior, sus temas ya no se difunden y en los medios culturales, radiales y televisivos, salvo raras excepciones, tampoco se lo menciona, sin embargo ocupa un lugar privilegiado y de gran afecto dentro de la generación a la que hizo reír y sonreír, con sano humor,  inteligencia y picardía.
Este disco entre las decenas que le editó el sello uruguayo Sondor, es uno de los muy buenos discos de Gallego y de los menos hallados en la actualidad. 



Le queremos agradecer muy especialmente  a Rafael del blog Canto Popular, su increíble trabajo en la restauración de las tapas originales.



lunes, 12 de julio de 2010

Teresita Minetti / Lo mejor de.../ 1987




Teresita Minetti es una de las pocas y notables exponentes del cancionero criollo oriental. Una fina intérprete dueña de una voz de alta calidad y de matices consustanciados con el terruño. Supo elegir un basto y rico repertorio recurriendo a poetas y autores camperos de todos los tiempos y sus versiones y recreaciones en éste género son de alto vuelo, con una discografía muy basta de la que hoy, poco o casi nada se consigue. Por diferentes circunstancias Minetti no ocupa dentro del ámbito cultural el sitial que se merece, ya que además de su obra en la canción ha sido una inmensa luchadora, investigadora, recopiladora, estudiosa y comunicadora del folclore en su más genuina expresión. Hace poco asistíamos a la tristeza de contemplar impotentes como un banco extranjero le remataba su casa en Montevideo, la cual a punta de sacrificios Teresita había adquirido y convertido en un centro cultural para el arte, el aprendizaje y la investigación, sin embargo como tantos otros artistas y pioneros de la cultura en nuestro país, en tiempos duros tuvo que hipotecarla para continuar con su labor; pasados los años,  los intereses de su deuda subieron víctima de las descomunales usuras bancarias aprovechadas por las crisis económicas, la deuda se volvió impagable y Minetti perdió esa casa y con ella toda una vida de lucha y sacrificios.
Este fonograma de 1987 recoge solo 11 canciones de las más taquilleras, pero la discografía de ésta talentosa cantora es notoria y las canciones que grabó a lo largo de su extensa carrera, sin apartarse nunca de su estilo, son diversísimas y muchas de ellas forman parte del más rico cancionero campesino oriental de todos los tiempos.